Un hogar en la memoria

29 Dic Un hogar en la memoria

24 de Diciembre de 2020. Nochebuena

No he puesto árbol este año.
No cabe, simplemente, entre las estanterías desmontadas, las cajas apiladas y este salón que ahora es un almacén de muebles esperando ser reubicados. Sin embargo, las figuras del belén son las mismas que desenvolvía a los diez años con cuidado, y ahora, con ternura.

En las alas de esta Balanza que echó a volar hace justo un año, he vuelto una y otra vez a buscar aquella niña que fui, recordando un hogar que sólo existe en mi memoria. Las figuras del belén me recuerdan una familia que ya no tengo, y me devuelven una Navidad que hace mucho que no existe.

Esté donde esté -y como esté-, cada Diciembre rescato mis Cuentos de Andersen que me transportan, en un instante, a una chimenea de piedra, llena de troncos, hojas y piñas esperando a que yo inaugure las vacaciones encendiéndola, mientras en la tele los décimos se cantan en pesetas. Navidad de montaña que regala el musgo fresco que crece en las piedras del río. Bici tirada en la puerta, impaciente por rodar toda la mañana. Meriendas de pan con chocolate y a la calle otra vez, con pantalones de pana y jerséis gordos a cenefas para aguantar un frío que, aunque era mucho más que ahora, daba igual. Olor a gambas a la plancha y cordero a la brasa, pa amb tomàquet i allioli y un caldo espeso y bien caliente. El aire helado y limpio de las mañanas al abrir el balcón que da a la plaza, donde las mujeres se saludan a gritos y salen a la panadería en bata. Noches eternas de parchís y oca, de mesa camilla y brasero, de campanas que ensayan la llamada a la misa del Gallo.
Hace muchos, muchos años que esta noche ya no es aquella Nochebuena, de la que sólo quedan los manteles bordados y la vajilla antigua, que salen cada año de la vitrina, y enciendo velas, como entonces, y brindo sola con mis recuerdos. Porque lo único que no ha cambiado en esta noche, es que sigo celebrando la vida.

Feliz Nochebuena, a pesar de todo.