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- Soy Libra. Mi símbolo es la balanza, y mi elemento, el Aire.
- Vivo en Castelló de la Plana, en un nido de cristal inundado de luz y de libros, al que llegan las gaviotas desde el mar.
- Tengo mente de mariposa; revoloteo constantemente entre ideas, reflexiones y listas, y apunto cualquier cosa en cualquier sitio. Para aterrizar y centrarme, hago algo manual que me obligue a prestar atención: pintar mandalas, cocinar, ordenar, atender el nido. La armonía en lo físico compensa el caos de mi cabeza.
- Siempre que no le he hecho caso a mi intuición, me he equivocado. Canalizarla a través del lenguaje simbólico y ciertas prácticas rituales es un descubrimiento continuo.
- Estudié piano y canté en un coro de cámara y cuando veo un escenario, se me eriza la piel. Me flagelo estirando el tiempo para llenarme de música, de cine, de teatro, de todo lo que me alimenta y me hace crecer. Siempre saben qué necesito cuando acudo a buscarlos, me han regalado los mejores instantes y salvado en los peores momentos. Nunca me han dejado sola.
- Compagino el blog con el Grado de Humanidades en la UOC, formación continua como freelance en el mundo digital, varios grupos de escritura y el inglés como tercer idioma (soy nativa en castellano y catalán/valenciano). Me gustaría aprender tantas cosas, que ni siendo gata tendría vidas suficientes para abarcarlas.
- Me encantan los animales, conducir y madrugar.
Saboreo la vida cada día, disfrutando los momentos cotidianos sin esperar fechas señaladas ni grandes eventos, porque ahora sé que el mayor acontecimiento es, sencillamente, estar viva. Cada nuevo día, al alba, enciendo una vela, prendo un incienso y desenrollo la esterilla y decido que el bienestar no va a depender de nada más que de mí. Respirando la calma de esas horas, me escucho y me cuido. Y dejo ir.
Ahora valoro aún más a mis amigos, que se quedaron, cerrando filas. Procuro demostrarles lo feliz que me hacen cuando vienen al nido, con sus botellas de vino y sus abrazos, y saco la vajilla buena, las copas antiguas, el mantel bordado. No reservo nada, porque ahora celebro todo.
Siento la urgencia del tiempo y ya no lo pierdo en lo que no merezca la pena. Casi todo me parece relativo, lleno de dependes. Con o sin motivos, con más o menos ganas, cada día sonrío. Me he desprendido de ropa, de muebles, de creencias, de convenciones y de gente, y lo que guardo lo voy reciclando, porque al fin entiendo que este viaje es un permanente estado de cambio.
No me queda rastro de ingenuidad. Pero la curiosidad sigue intacta, como la emoción al mirar el mapa en la pared y las ganas de aventuras.
Cada nuevo día cuido de esta balanza, siempre oscilante, para que se quede tranquila en el centro, con alegría en un plato y fuerza en el otro, y las dosis justas de dudas haciendo contrapeso.
Y echo a volar, manteniendo el equilibrio.