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¿Tienes a mano làpiz y papel?
Escribe tu fecha de nacimiento, de manera que vayas sumando las cifras entre sí hasta quedarte con un solo dígito: ése es tu número personal, lo que refleja tu esencia más profunda, antes de que se vayan acumulando las capas del tiempo, el entorno y la cultura. Lo que se detecta, aunque intentes ser otro.
Lo que es imposible de borrar.
Y yo soy Siete.
Si me despojo de todo lo que te cuento arriba, llego al origen: una mañana de principios de Octubre, barrio de Gracia, Barcelona. Un hogar benéfico donde, mientras una monja me asea para acomodarme en la nursery, otra destruye mi expediente, falsificando el certificado literal de nacimiento.
Todo bien atado y con influencias. Nada menos.
Hace tiempo que buceo en mi interior, buscando a aquella niña que, a pesar de todo, sigue ahí. Quiero acunarla, cuidarla y protegerla, mientras sentimos la gratitud de haber llegado hasta aquí.
Llevamos dando vueltas al Sol desde 1973.
De pequeña escribía un diario. Uno tras otro. Eran cuadernos con tapas de piel y páginas color crema con un filo dorado que me parecía muy romántico, y un candado diminuto cuya llave escondía en una cajita. Cada noche, después de apagar oficialmente la luz, encendía una linterna que alumbrara el ritual mágico de apuntar la fecha arriba a la derecha y empezar una hoja en blanco.
El olor del papel. Las aventuras, los sueños, los secretos que se empiezan a intuir. Los personajes que se escapan de los libros y te acompañan en tu mundo imaginario, que es más real que el real.
Lo que no cuentas a nadie cuando tienes diez años.
Fue poco a poco, sumergida en el universo infinito de los blogs donde, entre todo el revuelto de emociones, fui reconociendo la añoranza, enterrada tantos años en lo más hondo de mi memoria.
De pequeña escribía un diario y lo había olvidado para que no me doliera.
Y supe que quería volver.
Volver a escribir como lo hacía entonces: como catarsis, como alivio, como necesidad. Volver a tener un refugio donde acudir cada noche.
Este es el motivo de La Balanza. Vivir, simplemente.
Y contarlo.