Aquí era

Aquí era

Relato de la semana para Creativos Enredados. Pista: jamás lo habría imaginado

3 de Febrero de 2023

Empezó a entenderlo cuando se quedó. Primero, el día siguiente, que luego fue otro, y otro más, hasta que se dio cuenta de que había pasado casi un mes, y había cancelado el resto del viaje.

Iba todas las mañanas, paseando despacio desde el hotel, recorriendo calles distintas para ir conociendo el distrito, observando cada detalle de los patios, donde estallaban flores que se enredaban en las verjas, los pájaros que poblaban la arboleda de la avenida, las tienditas pequeñas que, allí, aún existían, y sobre todo, los cafés, con aquellos raídos suelos de damero en los que ella, mentalmente, jugaba la partida más importante de su vida, mientras se sentaba en las pequeñas mesas de hierro y mármol, donde un camarero atildado le hablaba de usted.

No sé qué hacer, pensaba cada noche, desvelada, sabiendo que, en el fondo, su intuición ya lo había decidido, y volvía, una y otra vez, a aquella casa de dos plantas, con azulejos que le contaban el esplendor con el que la habían construido hacía más de cien años, con varios balcones y una terraza que se adivinaba atrás, con las persianas de madera y los cristales de colores, y ella supo que hasta ese día en que la vio por primera vez no se había enamorado nunca, y el letrero de la planta baja se le aparecía en sueños, se traspasa, y había preguntado en los comercios, y hablado con los vecinos, y aquella madrugada supo que lo haría, y marcó el teléfono que se sabía de memoria de tanto mirarlo, y la voz de un hombre la recibió.

Jamás había imaginado que allí encontraría su destino, en aquel viaje que había preparado con las mismas ganas y despreocupación que todos los demás, pero la vida tiene estas cosas, aun cuando una crea que ya nada puede sorprenderla.

La librería olía a cerrado, a polvo y a nostalgia, y el anciano dueño la dejó abrir los cajones, husmear en las estanterías, admirar la caja registradora, la máquina de escribir, las lupas y todos los objetos antiguos que se habían refugiado allí durante tantos años, a salvo de un mundo al que ya no pertenecían, como ella, y deambuló por la casa y abrió las ventanas y cuando bajó lo soltó, con los ojos brillantes, me la quedo y me quedo, y él abrió los brazos, dándole la bienvenida.

¿Me cuentas tú?

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