Brotaremos

Brotaremos

8 de Marzo de 2021

Pues nada, aquí estamos, en este gallinero absurdo, cloqueando todas a la vez y bien alto, a ver quién chilla más, enfrentadas y resentidas justo después de un año que nos ha vuelto a meter en casa, de donde muchas ya no volverán a salir, agotadas, rendidas y arruinadas. Se nos pide contención y comprensión y que protestemos un poco, con algo bonito, no sé, canciones, pero que por favor sigamos siendo buenecitas, no la armemos justo este año, el otro ya si eso verán si nos dejan, en ese tono paternalista y protector que me saca de quicio, como si las reivindicaciones fueran una alegre actividad que nos permiten hacer cuando nos ponemos histéricas para que nos distraigamos un poco antes de volver a nuestro sitio de pertenencia, a nuestra función natural, porque nos sale por naturaleza, porque somos así, porque no hay nada más importante que esto y es lo que de verdad nos llena de orgullo y satisfacción: cuidar de los otros, atenderlos, desvivirnos, ocuparnos, ser útiles y necesarias, porque salir a trabajar es una apetencia, un capricho, un salir de casa, un hacer algo mientras los niños están en el cole, un complemento al sueldo principal y más importante de la casa, el que es una catástrofe y una humillación que se pierda, mientras que prescindir del nuestro es un sacrificio que nos santifica, y este año, que tendríamos no ya que hacer caceroladas todo el día desde los balcones, sino estar tirando la vajilla entera, aquí estamos, soltando que no somos más mujeres por salir a la calle, que el silencio es la mejor protesta, que lo urgente ahora es seguir cuidando y seguir siendo dignas y abnegadas cuando la brecha en el trabajo se ha hecho aún más grande, cuando a la agobiante y agotadora organización de la casa se han sumado las reuniones por videollamada y las clases online en la mesa de la cocina, para poder atender todo a la vez, que al fin y al cabo nosotras estamos acostumbradas a llegar a todo, aunque salga todo medio bien y bastante mal, da lo mismo, somos así de eficientes, de múltiples, de hacendosas, como los chistes de las cajas esas interconectadas en el cerebro, y aquí estamos, con carteles de que ni fiminismi ni michismi que todos los extremos son malos, que yo lo que quiero es igualdad pero ser femenina y que por eso yo no reivindico nada porque el día de la mujer es cada día porque mis churumbeles me comen a besos y ése es el mejor premio y mi señoro hoy, como es mi día, me saca a comer y en el fondo lo que les pasa a las feminazis es que son machunas y me tienen celos porque están solas y amargadas y a estas alturas ya no hay ningún problema y a qué viene tanto rencor y tanto odio, si estamos de maravilla, y yo voy viendo los muros y se me va cayendo el alma a los pies, porque no puedo comprender cómo los peores misiles los lanzan mujeres, cómo a estas alturas ni siquiera los conceptos más básicos se han entendido, cómo, efectivamente, la memoria es tan frágil, y tan ingrata, y tan insolidaria, porque aunque tú vivas divina, y bien que me alegro, hay muchas que todavía no, y cómo el asqueroso politiqueo lo ha ensuciado todo.

Y ahora faltaba el guirigay con los trans. O las, o les, yo qué sé.

Hace tres años me sentí acompañada y ahora vuelvo a sentirme sola, pero a ésto estoy acostumbrada, así que hoy haré mi ritual particular de cada año: acordarme mucho de mi madre, que lamentó toda la vida, hasta llorar de rabia, haber dejado su trabajo al casarse (también lamentó casarse, pero eso ya es otra historia), de mi abuela, que de niña rompía el hielo en el río para lavar la ropa, de mis amigas, de mis profesoras, académicas o de vida, y sí, también de mi madre biológica, porque sólo ella sabe lo que debió pasar cuando todo pasó.

La Balanza vuelve hoy, justo hoy, precisamente hoy, porque esto sí es mío: mis horas, mi trabajo, mi pensamiento, mi fuerza, mi espacio y mi refugio. Y así vamos tirando, y paramos, descansamos, cogemos fuerzas, volvemos, lo intentamos, fallamos, volvemos a parar, lo analizamos, lo estudiamos, nos preparamos, madrugamos un poco más, pero siempre volvemos a brotar, una y otra vez, por crudo que sea el invierno, porque es lo único que tenemos: mirarnos al espejo, con estas pintas y estas ojeras, y sentir que podemos, que somos capaces, que al fin nos lo vamos a empezar a decir, todos los días, y nos lo vamos a empezar a creer, y así paso a paso llegará el siguiente, el más importante, el fundamental: nos empezaremos a valorar, y a querer.

Brotaremos.

Aquí estan totes.
¿Me cuentas tú?

Escribe un comentario