El siete del puente

El siete del puente

7 de Mayo de 2020

Me acabo de dar cuenta de que había escrito, junto a la fecha, cincuenta y ocho días de cuarentena, como en cada entrada desde el catorce de Marzo. Y me he quedado mirándolo, como si me hiciera falta fijarme bien en la cantidad de días que llevamos confinados para creérmelo, para aterrizar, para ser del todo consciente.

Son casi dos meses, y ya no quiero verlo más.

Hoy es el día siete del quinto mes de este primer año de La Balanza. El cinco es número de transición; atrás queda un tiempo inexperto, en el que se han ido acumulando fuerzas y conocimiento, para adentrarse en una etapa en la que poner en práctica lo aprendido y experimentar con ello. El cinco es un puente entre dos mitades, y aunque no cuadre, porque estemos hablando de doce -meses- y no diez -la decena base de la numerología- a mí me vale, y me vale porque necesito que me valga, porque necesito pensar que algo se mueve, aunque sea despacio, y tan resbaladizo como lo que viene, tan incierto, tan crudo, tan difícil. Me da igual. Aunque la agenda esté llena de proyectos tachados sin fecha de sustitución, aunque esta noche la haya pasado en vela, suplicándole a mi peor enemigo -mi cabeza- que me dé una tregua, yo necesito creer que este año, justo éste, que tan bien había empezado, no va a estancarse, y mis principales objetivos van a salir adelante.

En este 2020 tan extraño y rotundo, final y principio, lleno de destrucción y regeneración a la vez -porque no hay una sin la otra- hoy es el séptimo día del quinto mes, y esta noche habrá luna llena, la última superluna del año, y encenderé incienso y unas velas, mientras deseo con toda mi fuerza que al otro lado del puente, después de este último estado de alarma, la energía empiece a moverse, lentamente, ya lo sé, pero decidida, y hacia adelante. Lo visualizo para mí, y también para ti. Cierro los ojos y veo persianas que se suben, escaparates que se encienden, música que vuelve a sonar, cervezas que chocan, aunque sea con el brazo extendido. Metida en la jaula un poco más, el tiempo que sea necesario, no me quejo, pero tampoco me conformo. Sigo batiendo las alas.

Esta mañana, al recoger la esterilla, aún eran las siete y media. No tengo costumbre, no es lo mío, pero hoy he sentido que lo necesitaba. He salido de casa, y he echado a correr.

¿Me cuentas tú?

Escribe un comentario