08 Jul Estic aquí, estic amb mí
8 de Julio de 2022

El único pero es el calor. Y una punzadita de pena al ver menos jaimas de las que me gustaría…pero todo se ha puesto tan complicado que, sin saber, entiendo. Ojalá el Festival reviva, como las ganas y las fuerzas de todos los que cada mañana pelean para tirar un poco más, cada uno de su carro. Qué difícil se ha puesto todo, pienso, mientras desenrollo la esterilla, y qué determinación tenemos en apurar la vida, en hacer lo que se pueda con lo que hay. En boquear para seguir respirando, por mucho que nos estén apretando cada día un poco más. En este espacio y en este momento, aquí y ahora, intento no pensar en nada más que en estar, y supongo que los demás, a mi alrededor, también han dejado sus preocupaciones fuera y están concentrados en lo mismo que yo; inhalar calma y exhalar estrés. Meter sosiego y sacar tristeza, miedo, rabia o lo que cada uno tenga para desembozar.

Miro a esta gente. Transmiten la tranquilidad de quien está en paz con su vida, sintiéndose en plenitud. Sonríen con la mirada, que les brilla al terminar, y se abrazan. Siempre hay abrazos largos, estrechos, con ojos cerrados. Libres de cualquier convención de las habituales fuera. Aquí dentro los abrazos no tienen ninguna connotación de nada que no sea compartir lo que se ha sentido durante la práctica, y agradecerlo. No es posible confundirse. Aquí los abrazos son limpios, y esta misma idea me parece, en sí misma, tan abrumadora que pierdo el ritmo de la respiración y tengo que parar. Me doy cuenta de lo que aún supuran mis heridas y, a la vez, de mi empeño en curarlas. Inhalo lento, exhalo largo y procuro recuperar el control. Por largo que sea el camino, sé que al fin estoy en el adecuado. El yoga es uno de ellos aunque me sienta una impostora, camuflada entre los mats absorbiendo un poco de la serenidad que desprenden y que yo no tengo. Pero al menos un poco, al menos aquí, ahora, me siento parte de esta tribu.

Atardece y hay un descanso. Nada más entrar, el puesto de comida y bebida. A la izquierda, las jaimas de los masajes y las terapias alternativas, con las camillas preparadas, los cuencos, las piedras. En el pasillo hacia la carpa de prácticas, las tiendas de inciensos, de libros, de ropa, de símbolos. Respiro profundamente y sólo con la mezcla de olores ya me siento bien. Me llevo varios de sándalo, los que más utilizo, de lavanda y pruebo un trozo de palosanto. Vuelvo a la esterilla.



Los mantras suenan, uno tras otro, y la gente los acompaña. Yo también. Repeticiones suaves que van calando en el atardecer y en el alma. Hablan de amor, de aceptación, de tribu, de compañía, de calor, de protección. Me tumbo y cierro los ojos, y me quedo, de entre todas las frases, con ésta: estic aquí, estic amb mí (estoy aquí, estoy conmigo). Tan simple y tan profunda a la vez. Estoy aquí, presente, en el ahora, tomando conciencia de lo que percibo y siento, y estoy conmigo, no me hace falta nadie, no necesito nada, yo me atiendo, me acompaño, me observo, me cuido.
Estoy aquí, estoy conmigo.
Namasté.

¿Me cuentas tú?