13 Oct La astucia silenciosa
13 de Octubre de 2023. Relato de la semana para Creativos en Otoño. Pista: «La diplomacia y el encanto son armas más poderosas que cualquier ejército». Cleopatra

¿Así está bien?
El operario la miró y ella le dijo un sí, gracias, neutro y educado, mientras por dentro creyó que iba a reventar de orgullo. Se acercó y se alejó varias veces, a ver cómo quedaba, y la frotó con el pañuelo para que brillara aún más. Qué orgullosa estaría mi abuela, pensó, cómo se emocionaría al ver esta placa colgada en la puerta. Seguro que se lo contaría a todas sus amigas, y a las vecinas, y a la peluquera y las del mercado, y yo la pasearía por todo el edificio llevándola del brazo, presentándole a todos, así como ella iba de arreglada, con su collar, su caftán de colores y su pelo rojo.
Su secretaria se acercó con una carpeta, recuerde que tiene la primera reunión en quince minutos, y ella parpadeó para que no notara que le escocían los ojos.
Mira qué despacho, abuela, qué luz, qué alto, se ve toda la Diagonal. Con una alfombra blanca que aspiran todos los días, y un baño con ducha y armario, imagínate las horas que voy a pasar aquí. Me da lo mismo, nadie sabe lo que voy a disfrutar. Mira, tengo dos mesas, una para trabajar y otra para reuniones, y me he puesto, enmarcada, la frase que te enseñé, ¿te acuerdas? Cleopatra, dijiste, me suena, pero no caigo ahora quién es, cómo nos reímos, porque tú protestabas, desdeñosa, pues si es lo mismo que te digo yo siempre, pero en fino, tú hazte la tonta, pero aprende, apréndelo todo desde abajo, y también me decías ver, oír y callar, que ya llegará tu hora, ay abuela, si supieras todo lo que he visto y oído y callado todos estos años mientras me preparaba para llegar justo aquí…
Suspiró. El mensaje no había cambiado en miles de años: mandan ellos, hay que hacerlo de otra manera.
Diez minutos. Tenía diez minutos para lavarse la cara, recomponerse el maquillaje, arruinado definitivamente por las lágrimas, respirar hondo y echar un vistazo a los papeles que contenía la carpeta, y, sin embargo, no tenía prisa.
Después de tantas horas, tantas reuniones, tantos viajes, tantas cenas, presiones, celos, competencia y chantajes, ya no tenía prisa. Por favor, recíbeles, le dijo a la secretaria, y que vayan acomodándose mientras me esperan. En la placa recién colgada ponía Directora General. Y brillaba igual que su sonrisa.
¿Me cuentas tú?