30 Jun La isla del tesoro
30 de Junio de 2023. Relato de la semana para Creativos Enredados. Pista:

Supe que era ella en cuanto la vi, con la nariz pegada al cristal del escaparate, entornando los ojos para que el reflejo le dejara ver el interior de la tienda.
Se tomó su tiempo, respiró hondo, se arregló el pelo, volvió a mirar. Mientras la observaba desde dentro, refugiada tras el mostrador, me di cuenta de que me producía una sensación extraña, una mezcla de emoción y ternura que tardé un poco en identificar, hasta que reconocí, honestamente y con una punzada difícil de explicar, que me recordaba a mí misma, cuando en algún tiempo lejano debí tener su edad.
Cuando entró, recibida por el tintineo de la puerta, el calor y el ruido de la ciudad quedaron afuera. Aquella casa, que había pertenecido a mi familia desde hacía varias generaciones, era como un oasis que se mantenía orgulloso de su construcción de piedra, con sus paredes gruesas, sus grandes ventanas y vigas de madera. Todos los cambios y arreglos que le fueron haciendo a través de los años habían sido pensados para respetar su dignidad, y no quitarle un ápice de la solera de la que aún presumía, ya desde hacía mucho tiempo sola, como una isla entre hileras de casas iguales, baratas y rápidas, en una zona donde las mercerías habían sido sustituidas por franquicias de helados, y las pastelerías, por panaderías en serie que habían arrancado el suelo de damero y los azulejos de las paredes para poner mesas de plástico y letreros fluorescentes. Ya no quedaba nadie de los que un día conocí, cuando al salir a la plaza dejaba la puerta abierta, y recogía la compra en una bolsa de tela en la que yo misma había bordado mis iniciales en las tardes eternas de invierno mientras me preparaba un ajuar que se había quedado sin estrenar, enterrado en un baúl entre bolas de alcanfor.
Fue ella la que lo decidió todo sin saberlo, con su manera de acariciar el borde de los muebles, el silbido al admirar las vajillas, el cuidado al acercarse al reloj de pared, la delicadeza al colocar un cuadro torcido, el susurro admirado que me llegó al alma, esto está lleno de tesoros, dijo, y noté cómo me empezaban a escocer los ojos y el corazón.
Cuando me miró y sonrió, con sus ojos enormes y brillantes, supe que había encontrado, por fin, el relevo de mi vida.
¿Me cuentas tú?